Derecho Fundamental: Derecho a la Vida

Ahora tenemos la oportunidad de dar a los que nunca han tenido ningún derecho el derecho más fundamental: el derecho a la vida.

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El valor objetivo del ser humano parece inexistente para muchos y lo único que se tiene en cuenta son los sentimientos que cada situación provoque en el sujeto que la contempla. Lo verdaderamente relevante es la cantidad de placer que una vida puede producir o sustraer a sí mismo y a los demás. De la misma manera que no se ve nada malo en destruir una vida que apenas puede disfrutar de lo que parece que disfruta todo humano ya nacido, la vida de una persona que sufre muchísimo, o que está incapacitada para relacionarse con los demás, se tiene por una vida que no merece la pena vivirse y, de nuevo, la solución es la muerte. Se repite hasta la saciedad que a ninguna mujer le gusta abortar y que tomar esa decisión es muy duro, lo que puede bastar para compadecer a la mujer o no culparla por ello, pero no es suficiente para justificar la muerte de un ser humano y mucho menos para justificar que el Estado financie dicha muerte.

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Se dice en ocasiones que no se puede protestar contra el aborto sin encontrar soluciones para la situación de la madre, y eso es verdad, pero ninguna tragedia justifica matar a una persona. Con el fallecimiento del gran Nelson Mandela todavía en el recuerdo, podemos decir que buena parte de la grandeza de este hombre residía en que, en un momento de su vida, se encontró con dos vías para combatir la gran injusticia del Apartheid: uno era el camino de las bombas y el terrorismo; otro, el de los argumentos racionales y la lucha pacífica. Si hubiera elegido el primero, nadie hubiera aceptado que él justificara las acciones terroristas diciendo que los blancos debían dar soluciones al sufrimiento de la población negra, antes de de protestar por las bombas. En cambio, Mandela eligió el segundo, el de la vía pacífica, respetuosa con la vida, porque sabía que el fin no justifica los medios, y por esto es en gran parte por lo que tantos líderes mundiales fueron a honrarle en su funeral.

Nelson Mandela

El siglo XX ha sido el siglo de los genocidios y el hambre. Muchos, quizá, nos hemos acostumbrado a que cada cierto tiempo nos lleguen noticias de matanzas o hambrunas en África y mucha gente colabora con organizaciones humanitarias, aun consciente de que dichas matanzas y hambrunas continuarán, porque las vemos como un problema irresoluble. La muerte de millones de personas, por la guerra, el hambre o el aborto, no es inevitable, aunque requiere tomar decisiones difíciles a nivel global, decisiones que, hoy en día, los países ricos no quieren tomar, en parte porque el negocio de las clínicas abortistas mueve miles de millones de dólares, dinero que financia muchas campañas electorales.

Clinicas abortistas

Creo que las últimas décadas pueden ser calificadas, justamente, como décadas de expansión sin precedentes de los derechos: derechos de la mujer, derechos de los animales, derechos de los homosexuales, derechos del medioambiente… Ahora tenemos la oportunidad de dar a los que nunca han tenido ningún derecho el derecho más fundamental: el derecho a la vida.

 

Aborto & Plazos

En ocasiones se afirma que el aborto no se debería permitir pasado un determinado plazo, porque pasado dicho plazo ya no cabría ninguna duda de que el feto es humano, ya sea porque ha adquirido todas las características que, a simple vista, tienen los humanos, o porque en ese momento el feto ya podría sobrevivir fuera del útero. A riesgo de resultar repetitivo, hay que decir que un humano no es humano por tener dos brazos y dos piernas, puesto que algunos hombres nacen sin ellas o pueden perderlas a lo largo de su vida y no son por ello menos humanos. Ni siquiera la plena formación del cerebro es relevante, porque el cerebro sigue desarrollándose después de que el ser humano haya nacido. La viabilidad del feto o la capacidad para sobrevivir fuera del útero tampoco pueden ser relevantes porque dicha capacidad es ficticia: a diferencia de otros animales, ningún ser humano puede sobrevivir sin ayuda de sus padres, por mucho que haya abandonado el útero.

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Cada vez sabemos más sobre la vida del ser humano dentro del seno materno. Es asombroso comprobar la existencia de órganos y sistemas en funcionamiento cuando el cuerpo del feto todavía es minúsculo. Esta realidad ya está calando en la cultura popular y cada vez es más frecuente escuchar, en la televisión y en el cine, referencias al “hijo” que está “dentro de la madre”, que da patadas y con el que la madre se comunica. La cirugía intrauterina se ha desarrollado bastante, revelando que nos importa y mucho, el ser que está dentro de la mujer. En este sentido, se puede recordar cómo dio la vuelta al mundo la fotografía de un feto de 21 semanas agarrando la mano del cirujano que le estaba operando dentro del útero de su madre.

Feto Coje Mano

A pesar de toda la evidencia científica que presenta la biología y la medicina, cada vez consideramos menos al ser humano como un ser individual y más como un agregado de cosas: un agregado de huesos, de carne, de pensamientos y deseos, de modo que lo que importa no es el ser humano en sí, cuya existencia no se podría probar, sino sus huesos, pensamientos y deseos. Podemos oír los gritos de dolor de una persona y en la medida en que dichos gritos nos dan pena, o nos molestan, reaccionamos ante ellos, pero si la destrucción del ser humano es silenciosa, o si la vida de ese ser humano está privada de pensamientos, deseos y placer, juzgamos que dicha vida no tiene valor y su destrucción no importa tanto. A la hora de definir quién es un ser humano, hay quienes entran en disquisiciones sobre en qué momento el feto siente dolor. Sin embargo, una persona anestesiada para una operación quirúrgica no siente ningún dolor y no por ello deja de ser persona ni se le puede matar. Es más, se le anestesia para poder salvarle la vida. También se discute sobre el momento en que el feto tiene actividad cerebral, como si dicha actividad fuera lo que nos hace ser humanos, argumento que, en realidad, se repite cuando se apoya el que a una persona en coma se la deje morir, pues una vida sin pensamientos ya no podría ser humana.

Ley del Aborto & Derecho a la Vida

A la hora de plantearnos la oportunidad o los términos de una ley sobre el aborto, es imprescindible hacernos la pregunta de si el aborto es bueno o malo en sí mismo y en qué circunstancias. Me voy a ceñir a este punto y no tocaré el de la regulación sobre el delito de aborto, por falta de espacio y de conocimientos en la materia.

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A estos efectos, entiendo que abortar significa acabar voluntariamente con la vida del individuo humano que ya ha sido concebido y que todavía no ha salido completamente del útero materno. De este modo, sería aborto la muerte provocada del embrión unicelular o, más adelante, pluricelular, antes o después de asentarse en el útero materno, y también la muerte del feto, que no es más que ese mismo individuo embrional, en una fase posterior de su desarrollo biológico.

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Los partidarios del aborto libre suelen referirse a él con la expresión “interrupción voluntaria del embarazo”, que ya ha calado incluso en la legislación. Esta expresión es tan eufemística como afirmar que cuando una persona muere por cáncer de hígado, en realidad lo que ha sucedido es que esa persona ha sufrido una interrupción involuntaria del corazón. Todos morimos porque se nos para el corazón, sea cual sea nuestra enfermedad, pero en el caso que he puesto, la causa no es una parada cardíaca, sino que el enfermo tiene un cáncer en el hígado. Es cierto que cuando se aborta, se interrumpe el embarazo, pero la causa es que se ha destruido el feto que se aloja en el útero de la madre. Por tanto, lo relevante no es discutir sobre si es lícito interrumpir el embarazo, sino si se debe destruir el feto, de la misma manera que discutir sobre ETA no implica, necesariamente, discutir sobre la legitimidad del nacionalismo vasco.

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El debate acerca de si el embrión o el feto deben ser considerados seres humanos suele ser un debate intelectualmente muy pobre. La razón, probablemente, estribe en que dicho debate sería frío, irracional y aburrido, cuando lo que estimula al telespectador es la agresividad de argumentos como la libertad y madurez de la mujer para decidir o la irresponsabilidad de no permitir que los padres de una menor opinen sobre el aborto de su nieto. Sin embargo, dicho debate es necesario porque no se puede legislar únicamente con sentimientos. Hay que afirmar, radicalmente, que si un embrión o un feto no son seres humanos, el aborto no sólo no debería ser delito en ningún caso, sino que no debería existir ninguna cortapisa legal o moral para destruir al feto, igual que nadie se plantea si matar una cucaracha debería estar prohibido.

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En ocasiones se afirma que el embrión o el feto no sólo no son seres humanos sino que ni siquiera son individuos, ya que forman parte del cuerpo de la mujer. Apoyando esta visión estaría, por ejemplo, la unión del feto a la madre por medio del cordón umbilical, o la consideración de que el embrión comienza no siendo más que una célula, al igual que todas las demás células del cuerpo de la madre, que son organismos vivos pero no organismos independientes.

El embrión unicelular o pluricelular no puede ser considerado una célula más de la madre, porque no tiene el mismo contenido genético que la madre. Ese sello de calidad que es el ADN de cada persona, es distinto en la madre que en el hijo. Además, las células de la madre no están programadas en ningún caso para convertirse en brazos y piernas y cerebro; en cambio las células del embrión, sí. Si a un laboratorio policial se enviaran muestras de ADN tanto de la madre como del embrión o feto, para averiguar si, por cualquier motivo, coinciden con el ADN hallado en el escenario de un crimen, el técnico de laboratorio certificaría sin ninguna duda que esas dos muestras de ADN pertenecen a dos individuos humanos distintos.

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Como ya se ha dicho, el cordón umbilical que, efectivamente, une a la madre y al hijo durante nueve meses y nutre a éste, en vez de ser considerado como una muestra de amor y de donación de la madre al hijo, se utiliza a veces para decir que el feto es parte del cuerpo de la madre. Sin embargo, nadie se atreve a utilizar este símil cuando dos personas están unidas en la práctica, a la hora de realizar una transfusión de sangre de un vaso sanguíneo a otro. Además, si el feto fuera parte del cuerpo de la madre mientras estuviera unido a ella, el aborto también se podría realizar cuando el feto tiene nueve meses, se ha producido el parto, el bebé ya está al aire libre, pero el médico todavía no ha cortado el cordón.

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Hay que afirmar con rotundidad que el embrión y el feto están vivos y son por ello individuos vivos, porque se mueven y crecen con independencia de su entorno, aunque influidos por dicho entorno, de la misma manera que el ser humano, recién nacido o adulto, depende en gran medida de otros seres humanos y del entorno natural y este entorno le influye constantemente. Sería por tanto una locura equiparar el embrión y el feto a los virus, seres que no están realmente vivos salvo cuando entran en otro ser vivo y lo parasitan. Por tanto, la mujer no es dueña del cuerpo del feto, es más bien el feto el que se protege del cuerpo de la mujer porque segrega sustancias que evitan que la mujer le expulse a través de la menstruación.

PUESTA EN ESCENA DEL 29S

Incluso si se afirma que el embrión y el feto son seres vivos, en ocasiones se les niega la condición de seres humanos. Esto no nos puede extrañar. A lo largo de la historia, ha sido frecuente que un grupo negara a otro la condición de seres humanos como argumento para su eliminación. Ejemplos de ello serían la Controversia de Salamanca sobre los indios de América, algunas de las justificaciones para la esclavitud de los africanos por los europeos o las teorías racistas del nazismo para justificar el holocausto de los judíos. Me atrevo a decir que a un europeo del Renacimiento, con unos valores y un modo de pensar a caballo entre la Edad Media y la Modernidad, unos seres de otra raza, complexión, cultura e idiomas totalmente distintos podrían quizá suscitarle dudas legítimas sobre su naturaleza. Sin embargo, el debate se llevó a cabo y, pesar de los evidentes crímenes que se cometieron en América, antes y después, a partir de ese momento nadie dudó de que los indios fueran tan humanos como los españoles.

Elena Valenciano

El ser humano, como cualquier otro mamífero, es un ser en permanente evolución, tanto física, como psíquica. Ortega aseguraba que la vida humana es un faciendum, no un factum. Es decir, para el filósofo la vida humana es algo que se hace, no algo ya hecho. Aunque Ortega, probablemente, no se estaba refiriendo específicamente al desarrollo fisiológico del hombre, me parece que su cita viene muy a cuento.

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El ser humano muda de células varias veces a lo largo de su vida. Esto quiere decir que nuestras células actuales, todo nuestro ser meramente “físico”, el que tenemos en estos momentos, no es el mismo que el que teníamos al nacer y sin embargo somos la misma persona. Por tanto, si la vida humana es permanente evolución, somos humanos en todos y cada uno de los estadios de esa evolución.

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La evolución a la que he hecho referencia comienza en la concepción, alcanza su cénit en la madurez y su definitivo declive en la muerte. Un ser humano no es menos ser humano cuando todavía no tiene desarrollado totalmente su sistema nervioso o reproductor –cosa que no sucede hasta pasados los primeros años de vida-, que cuando está en su plenitud intelectual o cuando, a raíz de un accidente, de una enfermedad o de la edad, pierde alguna de las características de lo que, en principio, es ser un hombre. Y como ya he dicho, puesto que se es persona humana en todos los estadios de dicha evolución, hay que concluir que el embrión y el feto también son personas, pues el embrión y el feto no son más que seres vivos, de la especie humana, en un momento específico de la mencionada evolución.

Derecho a La Vida

Extraña que, quienes defienden tantos derechos, no alcen la voz para defender el derecho a la vida de una persona, por muchos problemas que pueda tener esa vida

Si no hay consignas, lo parece. Si no hay orquesta, suena muy conjuntada. Si no hay argumentario  es como si lo hubiera.

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Ha sido inmediato. Salir la ley del aborto y el aluvión de críticas, diatribas, descalificaciones y denuestos, se ha puesto en orden de combate como un batallón perfectamente organizado.

Medios de comunicación, asociaciones, partidos, políticos y comentaristas,  se han lanzado a la yugular de la ley. Lo que extraña es que los argumentos sean tan antiguos, tan pobres, tan manidos y tan zafios. Ni así se fragua una opinión sana, sea la que sea, ni lo que se está haciendo en algunos medios es buen periodismo.

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Ni así se hace política digna, ni lo que se está haciendo desde algunas trincheras es medianamente plausible.

Salir a estas alturas con los argumentos feministas de la libertad de las mujeres respecto a su cuerpo, o hablar de malformaciones, o decir sin sonrojo eso de los treinta años de retroceso en España, es como para pensar muy en serio que los que defienden el aborto lo tienen poco estudiado, o muy abandonado, o están cansados. Lo diga quien lo diga, aquí no se está tratando de los derechos de la mujer ni nadie discute esos derechos. El problema es que el aborto no es ningún derecho ni lo es de ninguna mujer, por muy difíciles  y respetables que sean sus circunstancias personales o la situación de su embarazo.

 

Elena Valenciano

Extraña que, quienes defienden tantos y tantos derechos, no pronuncien una sola palabra sobre el derecho a vivir de una persona con un síndrome determinado o con una cardiopatía congénita. Y los argumentos de los médicos o de los científicos que se prestan a los diagnósticos prematuros, tienen el valor que tienen, por cuanto los errores son demasiados.

Extraña que ni una sola voz se alce para hablar de ayudas a la mujer embarazada, sola y sin recursos.

Extraña que no se pronuncie una palabra para aludir a las responsabilidades del hombre que abandona a una mujer en la que ha engendrado una vida.

Extraña que no haya la más mínima referencia a los auxilios a un ser humano  que ha nacido en circunstancias desfavorables y físicamente graves.

Derecho de los Niños

No es un debate sobre la mujer ni sobre sus derechos, es un debate sobre el derecho a la vida de una persona,  por muchos problemas que pueda tener en esa vida.

El resto es demagogia por muy avalada que llegue, por pseudoexpertos y pseudocientíficos, cuando no por mercaderes del aborto, de los diagnósticos, de las clínicas y de los verdaderos derechos de la mujer, embarazada o no.

Impuesto Sobre el Valor Añadido

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El impuesto sobre el valor añadido (IVA) fue el “evento fiscal del siglo XX”. Apareció en Francia en los años 60 y en menos de 40 años se ha extendido por más de 150 países. Las razones de este éxito son económicas. El IVA es la forma más efectiva de recaudar impuestos sin perjudicar la productividad de un país. Además, es un impuesto barato para el Estado porque se gestiona, declara, calcula y paga por el contribuyente. Y como el IVA se paga en cada eslabón de la cadena productiva, el fraude fiscal en un mercado interno es prácticamente nulo. En resumen, el IVA es rentable, efectivo, difícil de defraudar y con pocos efectos negativos sobre la economía. ¿Qué más se le puede pedir a un impuesto?

El martes pasado, la Comisión Europea recomendó a España aumentar la recaudación del IVA a partir del año que viene. Después de subir este impuesto cinco puntos en poco más de dos años, la mayoría de españoles se habrá quedado con cara de pocos amigos. Este artículo explica las razones de la Comisión para hacer esta recomendación y los cambios que debería hacer España para mejorar el rendimiento de su recaudación por dicho gravamen.

La efectividad del IVA en un país se mide comparando la recaudación total del impuesto con lo que se habría recaudado gravando todos los productos al tipo general. El llamado ratio de ingresos por IVA (VRR, por sus siglas en inglés) mide esta proporción y es aquí donde España suspende con mala nota. Nuestro ratio de IVA es el tercero por la cola entre los 34 países de la OCDE y el último en la UE. Esta es la justificación de la Comisión Europea y del BCE para recomendar su subida en determinados productos. Aunque la Comisión no lo incluya en su informe, la teoría dice que las ampliaciones de la base imponible al tipo general deben ir acompañadas de bajadas de otros impuestos a las rentas más bajas, de manera que se compense la regresividad del impuesto.

El IVA se debería subir en productos cuyo precio no altere la demanda y estos son, mal que nos pese, los bienes básicos. Las familias garantizan un consumo estable de bienes como alimentos y productos farmacéuticosLos tipos reducidos de IVA están pensados para compensar a las familias con menos recursos. Sin embargo, las rentas más altas son las que más se benefician de estos tipos reducidos porque son las que más consumen. El dinero que los ricos se ahorran en productos con tipos reducidos es dinero perdido para el Estado. La alternativa consiste en gravar más productos al tipo general y compensar a las rentas más bajas por otros medios, por ejemplo, reduciéndoles los tipos de IRPF.

Pero expliquemos esto de forma más práctica. Pongamos de ejemplo una persona con 50.000 euros de renta frente a una con 8.000. La primera consume 100 euros al mes en productos con un tipo de IVA, digamos, del 4%. La segunda consume 40 euros mensuales en esos mismos productos. En este caso, el Estado está perdiendo 17 euros en los productos que compra la persona con la renta más alta. La renta más baja, por su parte, recibe una subvención de 6,8 euros.

Costes políticos

Ahora imaginemos que gravamos todos esos productos al 21%. El Estado recaudaría 23,8 euros más de lo que recaudaba antes. Después de compensar con 6,8 euros a la renta más baja a través del IRPF, tiene un saldo final positivo de 17 euros. En la práctica, existen más variantes y costes políticos difíciles de solventar, pero este esquema se está extendiendo en todos los países desarrollados.

Una vez asumido que el IVA es el menos malo de los impuestos y que España debe ajustar su diseño fiscal para hacerlo más efectivo, la siguiente cuestión es decidir qué productos pasan del tipo reducido al tipo general. Todas las subidas de impuestos tienen un coste. El reto consiste en elegir la reforma que optimice esos costes atendiendo a las necesidades de nuestro país, principalmente el paro y la desaceleración económica.

Mucho se habla sobre mayores subidas en el sector de la hostelería. Sin embargo, existen dos razones que van en contra de esta propuesta. En primer lugar, la demanda en estos servicios es especialmente sensible a la subida de precios, son productos con mucha elasticidad del consumo respecto al precio. En segundo lugar, la hostelería y restauración son sectores que necesitan un índice alto de mano de obra para obtener el producto -hablamos de mano de obra poco cualificada-. El resultado de subir el IVA en este sector sería una subida desproporcionada del paro en personas especialmente difíciles de recolocar.

Teniendo en cuenta las sugerencias de la CE y la tendencia a ampliar la base imponible en la UE, podríamos prever que España volverá a subir el IVA en 2014. Los candidatos estrella son los tipos reducidosEl IVA se debería subir en productos cuyo precio no altere la demanda y estos son, mal que nos pese, los bienes básicos. Las familias garantizan un consumo estable de estos como alimentos y productos farmacéuticos, y sólo después se permiten otros bienes más lujosos. De este modo, aumentar la cesta de alimentos sujetos al tipo general generaría mayores ingresos para el Estado sin afectar al empleo. No nos olvidemos de que estas medidas deben ir acompañadas de compensaciones en el IRPF para las familias más pobres. Esto es importante ya que, de lo contrario, los perjuicios sociales vendrán de la desigualdad en vez del desempleo.

Los siguientes productos que se deben sujetar al tipo general son los libros y otras publicaciones. No cabe duda de que el uso de estos bienes se debe fomentar entre la población, pero no es menos cierto que el gravamen que nos ocupa no es el mecanismo adecuado. Diversas simulaciones en multitud de escenarios demuestran que su subida en estos productos no reduce el consumo ni aumenta el desempleo. Sin entrar en las necesidades particulares de España, cualquier país debería recaudar todo el IVA en estos productos y fomentar su consumo por otras vías. Por ejemplo, reinvirtiendo el IVA adicional que se cobra por cada libro en créditos a la industria editorial.

Una razón más para ampliar la lista de bienes sujetos al tipo general es la reducción de costes para las empresas. Cuanto menor es la lista de tipos reducidos, más simple es la gestión y menores los costes administrativos. El sector de la alimentación sería el principal beneficiario de este ahorro. Esto ayudaría a disminuir los costes de gestión del IVA en España, ya de por sí elevados por el número de declaraciones. Una gran empresa que realiza operaciones intracomunitarias debe presentar 25 declaraciones al año, cuando lo normal en Europa son 8.

Teniendo en cuenta las sugerencias de la Comisión y la tendencia a ampliar la base imponible en la Unión Europea, podríamos prever que España volverá a subir el IVA en 2014. Los candidatos estrella son los tipos reducidos, con posibles subidas en alimentos, publicaciones, medicinas y, posiblemente, restaurantes. Lo normal es que estas alzas fueran acompañadas de bonificaciones u otras compensaciones fiscales para las rentas más bajas. A pesar del coste político por el rechazo que suelen provocar en los ciudadanos las subidas de IVA, estos cambios nos llevarían a un diseño fiscal más eficiente, más sencillo y más justo.

*Pedro Pestana da Silva es especialista en fiscalidad internacional.

La España insostenible de Mr. Rato

 

 

Si es verdad, como decía Caballero Bonald, que “somos el tiempo que nos queda”, es muy probable que España se esté convirtiendo es un país insostenible. No es un derrotismo fácil basado en una percepción subjetiva. Ni un juicio de intenciones. Es la constatación empírica de una realidad compleja y demoledora que se manifiesta en una comparación clarificadora. Hacienda ha revelado que en 2011 -últimos datos disponibles- existían en España apenas 12,5 millones de asalariados ‘puros’. Es decir, trabajadores por cuenta ajena que no tienen otra fuente de ingresos más que su empleo.

La cifra es significativa, pero lo que es realmente impactante es que, a la luz del IRPF, existen 9,1 millones de españoles que o bien son pensionistas ‘puros’ -sólo perciben rentas de su pensión- o son parados con algún ingreso.

El país sigue viviendo como si se tratara de una crisis económica más a la que se le puede hacer frente con soluciones pacatas y de subsecretario. Ganar tiempo como sea parece ser el mensaje a la espera de que escampe en Europa. Y el fichaje de Rato por Telefónica va en esa dirección. Es más de lo mismo. Forma parte de la modorra nacional. De la inercia que conduce al abismo. De la España de la escopeta nacional

La proporción es aterradora -casi el 73% entre unos y otros- , y muestra las dificultades históricas de este país para crear puestos de trabajo (más allá de la burbuja inmobiliaria) para una población que supera ya ampliamente los 46 millones de habitantes. Pero es todavía más llamativo comprobar que en 1999 -al arrancar la unión monetaria- España contaba con 11,9 millones de asalariados ‘puros’, mientras que había 7,3 millones de pensionistas y parados con una sola fuente renta.

Eso quiere decir que mientras el número de asalariados ha crecido apenas un 0,5% en una docena de años, el número de pensionistas y parados ha aumentado casi un 25%. La relación no sería tan mala si no fuera porque en ese mismo periodo tanto la prestación de servicios públicos -sanidad, educación o asistencia social- como las inversiones del sector público (que conllevan gasto corriente) no hubiera crecido de forma exponencial, pero sucede justamente lo contrario, y eso explica que este país comienza a ser insostenible si no cambian las cosas. Y no parece que vayan por ahí los tiros.

El país sigue viviendo -al menos es lo que se intenta transmitir- como si se tratara de una crisis económica más a la que se le puede hacer frente con soluciones pacatas y de subsecretario. La consigna parece ser ganar tiempo como sea a la espera de que escampe en Europa. Y el fichaje deRodrigo Rato por Telefónica va en esa dirección. Es más de lo mismo. Forma parte de la modorra nacional. De la inercia que conduce al abismo. De la España de la escopeta nacional.

Sólo muestra la pervivencia de algunas élites políticas y empresariales incapaces de entender el tiempo que les ha tocado vivir. Y que campan a sus anchas absolutamente desconectadas de una opinión pública (que otra cosa es la democracia) a la que desprecian, amparadas en esa sensación de impunidad que da el poder (Alierta está sobrado, asegura un fino economista). Probablemente, porque esas mismas élites viven instaladas en un hedor conformista que les impide comprender la dimensión del problema.

Una larga cambiada

Esta realidad ‘de toda la vida’ es la que explica que el bueno de Don Rodrigo se haya pasado por Moncloa en busca de árnica de la fiscalía. Incluso, en busca de algún consejo de administración como el de Repsol, a lo que Rajoy respondió con una larga cambiada.

Y es que Rato necesita cariño, reconocimiento. Pero como le sucedía al coronel deGarcía Márquez, no tiene quien le escriba. Él no lo hace por dinero, sino que lo suyo es enredar (por eso se volvió de Washington), como en los viejos tiempos deHernández Mancha. Rato sólo pide ahora favores a los viejos amigos de esa aristocracia económica que él amamantó en la segunda mitad de los años 90 tras la retirada del sector público de la actividad empresarial. Los barandas de los antiguos monopolios que hoy presumen de estar en medio mundo. Pero que siguen comportándose como en los tiempos del INI o del Patrimonio del Estado.

Detrás de este comportamiento se encuentra, sin duda, la escasa movilidad empresarial existente en España, donde hay presidentes de grandes compañías que llevan años y años al frente de los consejos de administración de sus empresas sin apenas tener representación accionarial. Simplemente por haber sido capaces de tejer a su alrededor una guardia pretoriana de fieles dispuesta a matar por el jefe y sus honorarios

Que se sepa, ningún alto ejecutivo del Ibex ha hecho mutis por el foro desde que estallara la crisis, como si el alto endeudamiento de muchas empresas cotizadas -léase la propia Telefónica- o algunas inversiones ruinosas en el exterior fueran culpa del empedrado. Como si la escasa internacionalización de la empresa española fuera responsabilidad de una maldición bíblica.

Claro está, siempre hay un Gobierno al que echarle la culpa. O siempre hay una buena campaña de imagen para lavar malas conciencias. Los pecados de soberbia, como es el nombramiento de Rato, se pagan así. Con oraciones pecuniarias.

Detrás de este comportamiento se encuentra, sin duda, la escasa movilidad empresarial existente en España, donde hay presidentes de grandes compañías que llevan años y años al frente de los consejos de administración de sus empresas sin apenas tener representación accionarial. Simplemente por haber sido capaces de tejer a su alrededor una guardia pretoriana de fieles dispuesta a matar por el jefe y sus honorarios. O un comité de nombramientos, retribuciones y buen gobierno, que así se llama, que elige a Rato miembro de un fantasmal consejo asesor porque sabe que en ningún país civilizado podría ser elegido para formar parte del consejo de administración. Ningún regulador lo hubiera aceptado en EEUU. Como dice un avezado empresario: ‘’que mal debe estar Rato para aceptar un puesto tan inútil’. Y qué poco le interesa la opinión pública a compañías que viven de millones de clientes.

Estamos ante esa misma España añeja que sale en los publirreportajes sobre el Rey, donde sólo se habla de pasado, pero nada de futuro. Y que desconoce aquella frase célebre de Ortega recogida por Julián Marías en sus Memorias, dicha en los primeros años de la República, cuando las Cortes comenzaban su actividad legislativa: “Hay tres cosas”, decía Ortega, “que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí”, pero, como decía Marías, hubo bastantes representantes de las tres categorías.

Y en eso estamos. Una España insostenible en lo macroeconómico que se empobrece día a día y que convive con la España adocenada que desprecia cuanto ignora, que decía Machado de los castellanos.  La España incapaz de dialogar en manos de un puñado de altos ejecutivos que controlan el Ibex a su antojo.

Mucha atención se ha prestado en los últimos años a la crisis del sector público, sin duda por razones obvias y en coherencia con tan irresponsable gestión. Pero poco se ha dicho del buen gobierno en las empresas cotizadas, donde el amiguismo y hasta el fulanismo forman parte de sus señas de identidad. Ignorando que todas las economías de mercado que funcionan de manera correcta son una mezcla de Estado y de mercado, pero sin inconfesables vasos comunicantes.

Fuente: Carlos Sánchez