Nuestros Descendientes se Avergonzaran

Ha escrito en alguna ocasión, y lo he comentado en público, en tertulias y programas, que llegará un día, quizá no muy lejano, en el que los quienes vengan detrás se avergonzarán de nosotros, de los ciudadanos de este siglo, por haber permitido la enorme tragedia del aborto.

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La realidad de los millones de niños que han muerto, y están muriendo, en el seno de su madre les resultara incomprensible.

Y, desde luego, entonces a nadie le cabrá en la cabeza cómo fue posible que partidos y personas partidarias del aborto argumentaran que lo ‘progresista’ era acabar con la vida de esos seres humanos.

Por eso pienso que quienes más se avergonzarán de sí mismas serán las personas de izquierdas que hoy, incomprensiblemente, no solo disculpan sino que mayoritariamente promueven el aborto.

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El ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, entrevistado por Ernesto Sáenz de Buruaga, recordaba  paradojas históricas protagonizadas también por la izquierda, y que entonces fueron un lamentable error.

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Por ejemplo, la oposición que desarrollaron en Estados Unidos los demócratas contra la abolición del tráfico de esclavos, reforma que tuvo que ser promovida e impuesta por los republicanos.

Y por ejemplo la oposición, en su día, de los socialistas españoles a que se concediera el voto a la mujer, con el argumento de que temían que, a la hora de emitir el sufragio, se vieran manipuladas por sus maridos.

Fueron dos evidentes errores, que no pueden enorgullecer a la izquierda, y que, obviamente, acabaron corregidos posteriormente.

Algo semejante ocurrirá, a no tardar mucho, con su defensa del aborto: les avergonzará y se arrepentirán.

Derecho Fundamental: Derecho a la Vida

Ahora tenemos la oportunidad de dar a los que nunca han tenido ningún derecho el derecho más fundamental: el derecho a la vida.

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El valor objetivo del ser humano parece inexistente para muchos y lo único que se tiene en cuenta son los sentimientos que cada situación provoque en el sujeto que la contempla. Lo verdaderamente relevante es la cantidad de placer que una vida puede producir o sustraer a sí mismo y a los demás. De la misma manera que no se ve nada malo en destruir una vida que apenas puede disfrutar de lo que parece que disfruta todo humano ya nacido, la vida de una persona que sufre muchísimo, o que está incapacitada para relacionarse con los demás, se tiene por una vida que no merece la pena vivirse y, de nuevo, la solución es la muerte. Se repite hasta la saciedad que a ninguna mujer le gusta abortar y que tomar esa decisión es muy duro, lo que puede bastar para compadecer a la mujer o no culparla por ello, pero no es suficiente para justificar la muerte de un ser humano y mucho menos para justificar que el Estado financie dicha muerte.

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Se dice en ocasiones que no se puede protestar contra el aborto sin encontrar soluciones para la situación de la madre, y eso es verdad, pero ninguna tragedia justifica matar a una persona. Con el fallecimiento del gran Nelson Mandela todavía en el recuerdo, podemos decir que buena parte de la grandeza de este hombre residía en que, en un momento de su vida, se encontró con dos vías para combatir la gran injusticia del Apartheid: uno era el camino de las bombas y el terrorismo; otro, el de los argumentos racionales y la lucha pacífica. Si hubiera elegido el primero, nadie hubiera aceptado que él justificara las acciones terroristas diciendo que los blancos debían dar soluciones al sufrimiento de la población negra, antes de de protestar por las bombas. En cambio, Mandela eligió el segundo, el de la vía pacífica, respetuosa con la vida, porque sabía que el fin no justifica los medios, y por esto es en gran parte por lo que tantos líderes mundiales fueron a honrarle en su funeral.

Nelson Mandela

El siglo XX ha sido el siglo de los genocidios y el hambre. Muchos, quizá, nos hemos acostumbrado a que cada cierto tiempo nos lleguen noticias de matanzas o hambrunas en África y mucha gente colabora con organizaciones humanitarias, aun consciente de que dichas matanzas y hambrunas continuarán, porque las vemos como un problema irresoluble. La muerte de millones de personas, por la guerra, el hambre o el aborto, no es inevitable, aunque requiere tomar decisiones difíciles a nivel global, decisiones que, hoy en día, los países ricos no quieren tomar, en parte porque el negocio de las clínicas abortistas mueve miles de millones de dólares, dinero que financia muchas campañas electorales.

Clinicas abortistas

Creo que las últimas décadas pueden ser calificadas, justamente, como décadas de expansión sin precedentes de los derechos: derechos de la mujer, derechos de los animales, derechos de los homosexuales, derechos del medioambiente… Ahora tenemos la oportunidad de dar a los que nunca han tenido ningún derecho el derecho más fundamental: el derecho a la vida.

 

Aborto & Plazos

En ocasiones se afirma que el aborto no se debería permitir pasado un determinado plazo, porque pasado dicho plazo ya no cabría ninguna duda de que el feto es humano, ya sea porque ha adquirido todas las características que, a simple vista, tienen los humanos, o porque en ese momento el feto ya podría sobrevivir fuera del útero. A riesgo de resultar repetitivo, hay que decir que un humano no es humano por tener dos brazos y dos piernas, puesto que algunos hombres nacen sin ellas o pueden perderlas a lo largo de su vida y no son por ello menos humanos. Ni siquiera la plena formación del cerebro es relevante, porque el cerebro sigue desarrollándose después de que el ser humano haya nacido. La viabilidad del feto o la capacidad para sobrevivir fuera del útero tampoco pueden ser relevantes porque dicha capacidad es ficticia: a diferencia de otros animales, ningún ser humano puede sobrevivir sin ayuda de sus padres, por mucho que haya abandonado el útero.

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Cada vez sabemos más sobre la vida del ser humano dentro del seno materno. Es asombroso comprobar la existencia de órganos y sistemas en funcionamiento cuando el cuerpo del feto todavía es minúsculo. Esta realidad ya está calando en la cultura popular y cada vez es más frecuente escuchar, en la televisión y en el cine, referencias al “hijo” que está “dentro de la madre”, que da patadas y con el que la madre se comunica. La cirugía intrauterina se ha desarrollado bastante, revelando que nos importa y mucho, el ser que está dentro de la mujer. En este sentido, se puede recordar cómo dio la vuelta al mundo la fotografía de un feto de 21 semanas agarrando la mano del cirujano que le estaba operando dentro del útero de su madre.

Feto Coje Mano

A pesar de toda la evidencia científica que presenta la biología y la medicina, cada vez consideramos menos al ser humano como un ser individual y más como un agregado de cosas: un agregado de huesos, de carne, de pensamientos y deseos, de modo que lo que importa no es el ser humano en sí, cuya existencia no se podría probar, sino sus huesos, pensamientos y deseos. Podemos oír los gritos de dolor de una persona y en la medida en que dichos gritos nos dan pena, o nos molestan, reaccionamos ante ellos, pero si la destrucción del ser humano es silenciosa, o si la vida de ese ser humano está privada de pensamientos, deseos y placer, juzgamos que dicha vida no tiene valor y su destrucción no importa tanto. A la hora de definir quién es un ser humano, hay quienes entran en disquisiciones sobre en qué momento el feto siente dolor. Sin embargo, una persona anestesiada para una operación quirúrgica no siente ningún dolor y no por ello deja de ser persona ni se le puede matar. Es más, se le anestesia para poder salvarle la vida. También se discute sobre el momento en que el feto tiene actividad cerebral, como si dicha actividad fuera lo que nos hace ser humanos, argumento que, en realidad, se repite cuando se apoya el que a una persona en coma se la deje morir, pues una vida sin pensamientos ya no podría ser humana.

Ley del Aborto & Derecho a la Vida

A la hora de plantearnos la oportunidad o los términos de una ley sobre el aborto, es imprescindible hacernos la pregunta de si el aborto es bueno o malo en sí mismo y en qué circunstancias. Me voy a ceñir a este punto y no tocaré el de la regulación sobre el delito de aborto, por falta de espacio y de conocimientos en la materia.

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A estos efectos, entiendo que abortar significa acabar voluntariamente con la vida del individuo humano que ya ha sido concebido y que todavía no ha salido completamente del útero materno. De este modo, sería aborto la muerte provocada del embrión unicelular o, más adelante, pluricelular, antes o después de asentarse en el útero materno, y también la muerte del feto, que no es más que ese mismo individuo embrional, en una fase posterior de su desarrollo biológico.

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Los partidarios del aborto libre suelen referirse a él con la expresión “interrupción voluntaria del embarazo”, que ya ha calado incluso en la legislación. Esta expresión es tan eufemística como afirmar que cuando una persona muere por cáncer de hígado, en realidad lo que ha sucedido es que esa persona ha sufrido una interrupción involuntaria del corazón. Todos morimos porque se nos para el corazón, sea cual sea nuestra enfermedad, pero en el caso que he puesto, la causa no es una parada cardíaca, sino que el enfermo tiene un cáncer en el hígado. Es cierto que cuando se aborta, se interrumpe el embarazo, pero la causa es que se ha destruido el feto que se aloja en el útero de la madre. Por tanto, lo relevante no es discutir sobre si es lícito interrumpir el embarazo, sino si se debe destruir el feto, de la misma manera que discutir sobre ETA no implica, necesariamente, discutir sobre la legitimidad del nacionalismo vasco.

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El debate acerca de si el embrión o el feto deben ser considerados seres humanos suele ser un debate intelectualmente muy pobre. La razón, probablemente, estribe en que dicho debate sería frío, irracional y aburrido, cuando lo que estimula al telespectador es la agresividad de argumentos como la libertad y madurez de la mujer para decidir o la irresponsabilidad de no permitir que los padres de una menor opinen sobre el aborto de su nieto. Sin embargo, dicho debate es necesario porque no se puede legislar únicamente con sentimientos. Hay que afirmar, radicalmente, que si un embrión o un feto no son seres humanos, el aborto no sólo no debería ser delito en ningún caso, sino que no debería existir ninguna cortapisa legal o moral para destruir al feto, igual que nadie se plantea si matar una cucaracha debería estar prohibido.

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En ocasiones se afirma que el embrión o el feto no sólo no son seres humanos sino que ni siquiera son individuos, ya que forman parte del cuerpo de la mujer. Apoyando esta visión estaría, por ejemplo, la unión del feto a la madre por medio del cordón umbilical, o la consideración de que el embrión comienza no siendo más que una célula, al igual que todas las demás células del cuerpo de la madre, que son organismos vivos pero no organismos independientes.

El embrión unicelular o pluricelular no puede ser considerado una célula más de la madre, porque no tiene el mismo contenido genético que la madre. Ese sello de calidad que es el ADN de cada persona, es distinto en la madre que en el hijo. Además, las células de la madre no están programadas en ningún caso para convertirse en brazos y piernas y cerebro; en cambio las células del embrión, sí. Si a un laboratorio policial se enviaran muestras de ADN tanto de la madre como del embrión o feto, para averiguar si, por cualquier motivo, coinciden con el ADN hallado en el escenario de un crimen, el técnico de laboratorio certificaría sin ninguna duda que esas dos muestras de ADN pertenecen a dos individuos humanos distintos.

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Como ya se ha dicho, el cordón umbilical que, efectivamente, une a la madre y al hijo durante nueve meses y nutre a éste, en vez de ser considerado como una muestra de amor y de donación de la madre al hijo, se utiliza a veces para decir que el feto es parte del cuerpo de la madre. Sin embargo, nadie se atreve a utilizar este símil cuando dos personas están unidas en la práctica, a la hora de realizar una transfusión de sangre de un vaso sanguíneo a otro. Además, si el feto fuera parte del cuerpo de la madre mientras estuviera unido a ella, el aborto también se podría realizar cuando el feto tiene nueve meses, se ha producido el parto, el bebé ya está al aire libre, pero el médico todavía no ha cortado el cordón.

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Hay que afirmar con rotundidad que el embrión y el feto están vivos y son por ello individuos vivos, porque se mueven y crecen con independencia de su entorno, aunque influidos por dicho entorno, de la misma manera que el ser humano, recién nacido o adulto, depende en gran medida de otros seres humanos y del entorno natural y este entorno le influye constantemente. Sería por tanto una locura equiparar el embrión y el feto a los virus, seres que no están realmente vivos salvo cuando entran en otro ser vivo y lo parasitan. Por tanto, la mujer no es dueña del cuerpo del feto, es más bien el feto el que se protege del cuerpo de la mujer porque segrega sustancias que evitan que la mujer le expulse a través de la menstruación.

PUESTA EN ESCENA DEL 29S

Incluso si se afirma que el embrión y el feto son seres vivos, en ocasiones se les niega la condición de seres humanos. Esto no nos puede extrañar. A lo largo de la historia, ha sido frecuente que un grupo negara a otro la condición de seres humanos como argumento para su eliminación. Ejemplos de ello serían la Controversia de Salamanca sobre los indios de América, algunas de las justificaciones para la esclavitud de los africanos por los europeos o las teorías racistas del nazismo para justificar el holocausto de los judíos. Me atrevo a decir que a un europeo del Renacimiento, con unos valores y un modo de pensar a caballo entre la Edad Media y la Modernidad, unos seres de otra raza, complexión, cultura e idiomas totalmente distintos podrían quizá suscitarle dudas legítimas sobre su naturaleza. Sin embargo, el debate se llevó a cabo y, pesar de los evidentes crímenes que se cometieron en América, antes y después, a partir de ese momento nadie dudó de que los indios fueran tan humanos como los españoles.

Elena Valenciano

El ser humano, como cualquier otro mamífero, es un ser en permanente evolución, tanto física, como psíquica. Ortega aseguraba que la vida humana es un faciendum, no un factum. Es decir, para el filósofo la vida humana es algo que se hace, no algo ya hecho. Aunque Ortega, probablemente, no se estaba refiriendo específicamente al desarrollo fisiológico del hombre, me parece que su cita viene muy a cuento.

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El ser humano muda de células varias veces a lo largo de su vida. Esto quiere decir que nuestras células actuales, todo nuestro ser meramente “físico”, el que tenemos en estos momentos, no es el mismo que el que teníamos al nacer y sin embargo somos la misma persona. Por tanto, si la vida humana es permanente evolución, somos humanos en todos y cada uno de los estadios de esa evolución.

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La evolución a la que he hecho referencia comienza en la concepción, alcanza su cénit en la madurez y su definitivo declive en la muerte. Un ser humano no es menos ser humano cuando todavía no tiene desarrollado totalmente su sistema nervioso o reproductor –cosa que no sucede hasta pasados los primeros años de vida-, que cuando está en su plenitud intelectual o cuando, a raíz de un accidente, de una enfermedad o de la edad, pierde alguna de las características de lo que, en principio, es ser un hombre. Y como ya he dicho, puesto que se es persona humana en todos los estadios de dicha evolución, hay que concluir que el embrión y el feto también son personas, pues el embrión y el feto no son más que seres vivos, de la especie humana, en un momento específico de la mencionada evolución.

Derecho a La Vida

Extraña que, quienes defienden tantos derechos, no alcen la voz para defender el derecho a la vida de una persona, por muchos problemas que pueda tener esa vida

Si no hay consignas, lo parece. Si no hay orquesta, suena muy conjuntada. Si no hay argumentario  es como si lo hubiera.

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Ha sido inmediato. Salir la ley del aborto y el aluvión de críticas, diatribas, descalificaciones y denuestos, se ha puesto en orden de combate como un batallón perfectamente organizado.

Medios de comunicación, asociaciones, partidos, políticos y comentaristas,  se han lanzado a la yugular de la ley. Lo que extraña es que los argumentos sean tan antiguos, tan pobres, tan manidos y tan zafios. Ni así se fragua una opinión sana, sea la que sea, ni lo que se está haciendo en algunos medios es buen periodismo.

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Ni así se hace política digna, ni lo que se está haciendo desde algunas trincheras es medianamente plausible.

Salir a estas alturas con los argumentos feministas de la libertad de las mujeres respecto a su cuerpo, o hablar de malformaciones, o decir sin sonrojo eso de los treinta años de retroceso en España, es como para pensar muy en serio que los que defienden el aborto lo tienen poco estudiado, o muy abandonado, o están cansados. Lo diga quien lo diga, aquí no se está tratando de los derechos de la mujer ni nadie discute esos derechos. El problema es que el aborto no es ningún derecho ni lo es de ninguna mujer, por muy difíciles  y respetables que sean sus circunstancias personales o la situación de su embarazo.

 

Elena Valenciano

Extraña que, quienes defienden tantos y tantos derechos, no pronuncien una sola palabra sobre el derecho a vivir de una persona con un síndrome determinado o con una cardiopatía congénita. Y los argumentos de los médicos o de los científicos que se prestan a los diagnósticos prematuros, tienen el valor que tienen, por cuanto los errores son demasiados.

Extraña que ni una sola voz se alce para hablar de ayudas a la mujer embarazada, sola y sin recursos.

Extraña que no se pronuncie una palabra para aludir a las responsabilidades del hombre que abandona a una mujer en la que ha engendrado una vida.

Extraña que no haya la más mínima referencia a los auxilios a un ser humano  que ha nacido en circunstancias desfavorables y físicamente graves.

Derecho de los Niños

No es un debate sobre la mujer ni sobre sus derechos, es un debate sobre el derecho a la vida de una persona,  por muchos problemas que pueda tener en esa vida.

El resto es demagogia por muy avalada que llegue, por pseudoexpertos y pseudocientíficos, cuando no por mercaderes del aborto, de los diagnósticos, de las clínicas y de los verdaderos derechos de la mujer, embarazada o no.

Proyecto de Ley sobre el ABORTO

Me ha sorprendido bastante la reacción de algunos medios de comunicación, Partidos Políticos, Organizaciones, etc. ante el anteproyecto de ley impulsado por el ministro Gallardón.

Alberto Ruiz Gallardon

Este anteproyecto contempla, como principal innovación, que la madre, en ningún caso, puede ser condenada por acabar con la vida del feto. También suprime el sistema de plazos que, de hecho, permitía destruir al feto siempre que se quisiera, con tal de que hubieran transcurrido un determinado número de semanas desde el inicio del embarazo. La ley, por último, sí despenaliza el aborto en una serie de supuestos.abort01

En los múltiples debates en televisión o en la radio, da la impresión de que los argumentos llamados “pro-vida” pierden valor si no los defiende una mujer, por lo que yo mismo me veo en la extraña obligación de justificar por qué entiendo que puedo criticar la práctica de acabar con embriones y fetos. Me parece que, en ocasiones, implícita o explícitamente, se da a entender que sólo las mujeres deben ser consultadas a la hora de abortar, de legislar o de discutir sobre el aborto, porque serían ellas las únicas implicadas o interesadas o las únicas que saben de lo que se está hablando. No obstante, si un varón no pudiera hacerse cargo de los dolores y molestias de un embarazo y empatizar con la mujer que espera un hijo, entonces no existirían ginecólogos y tocólogos varones, y el hecho es que los hay, muy buenos y en todo el mundo. Todos los varones podemos comprender perfectamente que el embarazo, el parto y el cuidado de los hijos pueden ser experiencias maravillosas, pero a la vez muy costosas y hasta muy traumáticas y lo sabemos porque todos hemos sido niños y todos hemos tenido madre.abort02

Casi nunca se le da la voz al varón, en tanto que padre, para opinar sobre el aborto, como si la mujer fuera la única afectada, lo cual es contradictorio con los mensajes, políticas y leyes, en su mayoría muy positivas, que tratan de concienciar a los ciudadanos de que la mujer no puede ni debe cargar ella sola con el cuidado y la educación de los hijos y de que el varón debe implicarse en ello totalmente, para que la mujer tenga el lugar que le corresponde en la esfera pública. Por otro lado, si concluimos que el embrión y el feto son seres humanos, el varón adquiere por fuerza la posición de padre de ese niño por nacer y es, por ello, parte interesadísima en la decisión de acabar o no con su vida.abort04

Aunque el aborto sea una tragedia, es forzoso admitir que ha dado a las mujeres un poder y una libertad que no tenían antes. Las causas de la reclusión de la mujer en el hogar pueden haber sido múltiples, pero me parece innegable que las limitaciones del embarazo, de la lactancia y del cuidado de los hijos recién nacidos han situado durante mucho tiempo a la mujer en inferioridad de condiciones respecto al varón, en lo referente a otras actividades económicas o políticas.

Además, no tengo ningún reparo en admitir que el delito de aborto era el delito “machista” por excelencia, ya que el niño lo “fabricaban” el hombre y la mujer juntos, pero en la práctica parecía que sólo la mujer corría el riesgo de ir a la cárcel por acabar con la vida del feto. Así, los primeros intentos de despenalizar el aborto se defendieron en parte como la reparación de una injusticia, como la necesaria retirada de un delito no igualitario.aborto3

También ha sido frecuente presentar al público, en el debate parlamentario, en los medios de comunicación, en la literatura y en el cine, situaciones extremadamente dramáticas del estilo de una adolescente violada, pobre, que se enfrentaba a que unos padres puritanos la echaran de casa para ahorrarse la vergüenza social de un hijo ilegítimo y que si no recibía un aborto en condiciones en un hospital iba a morir desangrada porque, en su desesperación, acudiría de todos modos a que cualquier carnicero sin formación y sin escrúpulos descuartizara el feto que llevaba en sus entrañas. Estas historias tan horribles olvidan que el Derecho vigente, tanto en aquella época como ahora, ya contaba con la manera de enfrentarse a ellas y exculpar a la mujer, a través del llamado “estado de necesidad”, que impedía castigar a una persona que hubiera cometido un delito acuciado por una necesidad imperiosa.

Sin embargo, estas historias, reales o ficticias, han convencido probablemente a buena parte de la población de que acabar con la vida de un niño todavía por nacer no debe resultar en la condena de la madre. Dichas narraciones también han ocultado o hecho olvidar que, hoy en día, el principal motivo para abortar es, simplemente, económico. Algunas mujeres, o algunos hombres y mujeres, entienden que no se pueden permitir los gastos que conlleva criar un hijo y deciden deshacerse de él. A mediados de los años noventa, las propias autoridades españolas admitían que éste era el motivo más frecuente al tomar la terrible decisión. Era el famoso “cuarto supuesto” que algunos querían añadir a la ley de 1983, junto con los supuestos de violación, deformaciones del feto y peligro para la salud física o psíquica de la madre. En realidad, este sistema de supuestos ha servido para que los niños con Síndrome de Down –a los que aparentemente se quiere tratar hoy con más justicia y solidaridad- estén prácticamente “en vías de extinción”, pues cada vez es mayor el número de parejas que deciden abortar cuando, tras un análisis clínico, su médico les comunica la probabilidad de que su hijo nazca con esa u otra enfermedad. En cuanto a la salud de la madre, en la práctica, cualquier mujer podía obtener un aborto cuando un médico de la propia clínica abortista certificaba que el embarazo podía provocar una depresión en la madre. Por todo ello, se puede decir con tranquilidad que el aborto ya no es un remedio trágico para resolver una situación aún más trágica. El aborto es, sencillamente, un método anticonceptivo más.

Opino que el aborto se ha convertido, en muchos lugares, en la piedra de toque del feminismo, aquello en lo que no se debe, no se puede, transigir. Puede que las mujeres fueran, durante milenios, poco más que las hijas mayores de sus maridos, en el plano social y jurídico, y por ello muchas conquistas del feminismo son admirables, pero no al precio de la destrucción de millones de vidas humanas. Además, la lucha feminista por el aborto está teniendo, entre las mujeres, muchas de sus bajas, como lo demuestran los numerosos estudios de salud pública que demuestran que abortar es causa de frecuentes trastornos psíquicos en la mujer que aborta (http://bjp.rcpsych.org/content/199/3/180). Asimismo, es cada vez mayor el desastre del aborto selectivo debido al sexo femenino del feto: abortos que se practican cuando los padres comprueban que el feto es una niña y, en muchos rincones del mundo, tener una niña es una gran desgracia. Algunas feministas protestan contra esta práctica pero, ¿con qué argumentos, si un feto no es un ser humano y, aunque lo sea, la madre es la que debe tener la última palabra?