Rubalcaba: Escudo para el PP

DÍA 27/02/2014

PUESTA EN ESCENA DEL 29S

Rubalcaba está lanzado al vértigo de morir matando.Matando a su partido.

NO me incomoda que el PSOE se hunda. Mejor, si para siempre. Representa lo más podrido en la política de este país: la banda de avispados que corrompió su alma, cuando aún todo era posible, allá por la Transición. Su extinción sería un bien para la España moderna. No sé si su vacío lo acabaría llenando una fuerza menos sombría.

Perder de vista a la entidad que inventó el uso delictivo de lo público tendría, en todo caso, mucho de acto higiénico. Pero hay un modo enigmático de acometer esa benéfica tarea que me desconcierta. El enigma se llama Rubalcaba: a quien todo parece designar como el dinamitero final del Partido Socialista. Que a mí me satisfaga no significa que lo entienda.

¿Cuál es el papel que juega Rubalcaba al frente del PSOE? En pura constancia empírica, garantizar la permanencia de un Gobierno, el del PP, al cual la durísima coyuntura histórica hacía vulnerable a cualquier ofensiva de una oposición bien trabada. Resumiendo mucho, el Gobierno de Rajoy ha tenido que vérselas con una recomposición económica imposible de realizar sin dejar víctimas en el camino: víctimas que han visto desaparecer cuanto tenían; víctimas cuyo horizonte a corto plazo es, en frío rigor, cero. Resumiendo mucho, el Gobierno de Rajoy ha tenido –y tendrᖠque enfrentarse a la mayor crisis institucional de la España moderna: la declaración de independencia de la región catalana en el próximo otoño. Resumiendo mucho, el modelo constitucional, puesto en pie en el año 78, se desmorona. Por todas partes. Y no hay indicio de cómo recomponerlo.

En una situación así, una oposición eficaz –ideologías al margen– tendría casi abierto el camino del poder, con tal de no meter mucho la pata. Le bastaría con exhibir inmaculada inocencia en esta ruina. Eso exige una condición previa: que los rostros encargados de escenificar la ofensiva contra el Ejecutivo sean frescos, nuevos y, al menos en apariencia –que es lo único que cuenta en política–, ajenos a cualquier responsabilidad en la génesis del actual desastre. Y a los cuales la arremetida frontal contra el Gobierno no pueda empaparlos con sus salpicaduras.

Rubalcaba representa exactamente lo contrario. Lo cual lo convierte, de modo automático, en el mejor escudo que haya podido soñar Rajoy. Es eso lo que no entiendo. La evidencia impone que Rubalcaba está lanzado al vértigo –no poco placentero– de morir matando. Matando a su partido. Lo cual me alegra, pero no consigo entender que le alegre a él.

La exhibición de estos dos días ha sido tragicómica. Pero previsible. No había un solo desastre del cual el líder del PSOE pudiese acusar al del PP sin que este se lo devolviese corregido y aumentado. ¿Catástrofe económica? El Gobierno del cual usted, señor Rubalcaba, fue vicepresidente es el principal, si no el único, responsable de esto que ahora nos asfixia. ¿Maraña migratoria? La descacharrante ley Caldera estuvo en el origen de todo este malestar ahora difícilmente corregible. ¿Corrupción, abusos policiales…? Pero, ¡por Dios!, si el señor Rubalcaba es el último superviviente de los gobiernos Glez-Gal… Y eso contando con la cortesía de un presidente que ni siquiera se tomó la molestia de recordarle el Faisán y un par de historias negras bastante desagradables.

Nada, absolutamente nada, puede decir hoy en un debate nacional el señor Rubalcaba que no se vuelva en su contra. Y cada segundo en el cual ejerza al frente de su partido es un paso de su partido hacia la nada. Dulce justicia poética. Que siga. Que desaparezca el PSOE. ME ALEGRARÉ POR ESPAÑA